Centro Histórico

Un halo de nostalgia se adhiere a quienes visitan a Cartagena. Basta con dar un paso en la muralla, para transportarse a las épocas que habitan en los barrios históricos de la ciudad.

La ciudad amurallada fue declarada patrimonio histórico nacional de Colombia en 1959. En 1984, la UNESCO la declaro patrimonio de la humanidad como puerto fortaleza y conjunto monumental.

El pasado y el presente se entrelazan en las calles, casonas, monumentos, boutiques, hoteles y restaurantes del sector amurallado. Empezar a recorrerlo es adentrarse en una historia inolvidable.

El centro histórico de Cartagena es fantástico, su magia y belleza brotan de cada esquina, de los balcones, de portones, de sus casas coloridas, de los adoquines, del cochero, del vendedor de raspao, de las palenqueras y de la cultura ya las costumbres de cada nativo.

A esta ciudad todos la viven al máximo, disfrutan de los mimos, de las estatuas humanas, las alegrías del Portal de los Dulces, de los hostales, de los amaneceres en las murallas de los colores, olores y sabores de la Cartagena mágica.

Recorrer el Centro Histórico es descubrir que las casas tienen vida propia, que las calles cuentan historias, que los museos os transportan trescientos años atrás. De arriba abajo, desde Getsemaní hasta la Plaza Santa Teresa, Cartagena es azul, roja, verde, amarilla, fucsia y naranja; Cartagena es negra y blanca y de ese tono indescifrable que toma su cielo cuando está a punto de anochecer.

La magia nocturna se siente cuando el último rayo de sol muere en el mar. La diversión está al aire libre y cada espacio se transforma es establecimientos, plazas y calles llenos de vida, de grupos de danza enseñando a bailar mapalé y cumbia a los turistas, de tertulias y de alegría.

Viva esta Ciudad Patrimonio sin desperdiciar un solo minuto ni un solo pedazo de esta tierra de héroes, de indios, negro, mulatos y también españoles. Puede recorrerla en el orden que desee, plazas, calles, museos, monumentos o iglesias; vívala todas las veces que quiera, lo mejor de esta ciudad es que como los buenos libros, se descubre un detalle fascinante cada vez que la vuelva a leer y vivir.

 

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Puesta del sol desde la Muralla

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